viernes, 8 de mayo de 2009

Diario de un manresano ocasional (Capítulo 16)

Últimamente miro demasiado el reloj. No sé si es bueno o malo, pero lo hago. Eso implica que no me haya quedado ni un minuto más en la oficina esta tarde una vez se acababa mi jornada laboral. De hecho, no lo hago nunca a menos que desde las altas esferas me lo requieran, pero aquí en Manresa es diferente porque supuestamente estoy aquí para sacar faena y luego podré marcharme. No se lo cree nadie. Saque la faena que saque, el viernes que viene será mi último día aquí.
Que no me quede más tiempo del que estipula mi contrato me permite respirar. No soy de los que se aburren tan fácilmente. A diferencia de mi compañero, que se queda hasta las tantas en la oficina porque dice que no tiene nada que hacer, yo me puedo buscar entretenimientos muy variados. Hoy, por ejemplo, he ido a hacer footing y he estado leyendo un rato.
He hecho la misma ruta que la otra vez, ya que empecé otro recorrido pero daba más miedo que el anterior, así que he preferido repetir y he estado un ratito haciendo trabajar al corazón.
Por lo que a la lectura se refiere, habré leído durante una media hora y el tema se pone más interesante ahora. Me ha venido bien estar un rato leyendo y en silencio.

A las nueve de la noche llegaban mis dos compañeros de la oficina, justo cuando yo acababa un capítulo. Después de que dejaran sus cosas en sus habitaciones, hemos ido a cenar a un sitio nuevo que han abierto esta misma noche. Resulta que ahora que estamos a punto de marcharnos descubrimos un restaurante en condiciones y a un precio normal.
Hemos estado un rato hablando sobretodo de temas relacionados con el trabajo. Supongo que con estas cosas acabas conociendo más a la gente.
Son las once y media de la noche y lo tengo todo recogido. Estoy preparado para volver a casa. Cada vez queda menos. Sigue buscándome. No tengas miedo.

Sant Vicenç de Castellet, 7 de mayo de 2009.

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