miércoles, 23 de febrero de 2011

Mubarak y Al Gadafi

Las guerras seguirán existiendo mientras existan genocidas como Muamar Al Gadafi o Hosni Mubarak. El primero es un tirano libio y el segundo es lo mismo pero que habla egipcio. Sólo les diferencia una cosa: el primero se fue tras varios amagos de quedarse pese a tener en contra hasta a su sombra, mientras que el segundo está empeñado en hacer creer que él es el cambio, la revolución y por todo ello decide seguir mandando y, de paso, que la gente siga matándose.
Ahora sólo falta saber si el resto de países que han hecho pequeñas intentonas de carácter similar (Túnez, Argelia, Marruecos) se animan para intentar derrocar a su rey mientras mueren unos cuantos en el intento. Es la revolución sangrienta, infame y primitiva. El ejército ambiguo y el pueblo atemorizado a la par que indeciso.
El líder, mientras, se aferra a su trono mientras contempla como las bombas y los misiles circulan de un lado al otro sin tocarle. Fueron el poder y la riqueza. Son los antitodo que se agarran al clavo ardiendo de la nada. Fueron la salvación y la esperanza. Son lo que está extinguido. Fueron un icono, un ídolo, el respeto. Son el dolor, la escoria, la miseria. Fueron tanto que ya no son absolutamente nada.

viernes, 18 de febrero de 2011

Iphonistas y Blackberrianos

Vaya por delante que no es por envidia ni por nada que se le asemeje porque podría comprarme todos los que me diera la santa gana. También quiero dejar claro que no soy partidario de las modas y mucho menos de aquellas que llegan a ser nocivas y tremendamente cansinas, como es el caso. Llego a comprender a los garrulos esnobizados y, en su defecto y para no ser menos, a los fardones que fardan por fardar, a pesar de la vergüenza ajena que me producen todos y cada uno de ellos. Incluso soy consciente que la manada es ciega y terca por naturaleza, a pesar de que se empeñe en negarlo y se den la vuelta entre medio ofendidos y medio gallardos, usando la última aplicación de su teléfono computadorizado o de su ordenador telefónico, como más se prefiera.
El problema es que no entiendo como alguien puede querer un teléfono que dispare balas de mentira, que simule un tubo de cerveza o que permita tener programas que te permitan editar las fotografías y hacerlas, teóricamente, más graciosas entre otras muchas chorradas que he ido viendo durante las últimas semanas. Considero, fíjate tú, hasta una falta de respeto el hecho de estar en una cena y que todo el mundo empiece a sacar su arma de destrucción masiva y empiece a hacer el pamplinas. Quien dice en una cena dice en plena calle o en el trabajo o en cualquier ámbito donde se prime más lo que tengo que lo que soy. Imagino que algo debe tener gastarte un dineral en un teléfono que, curiosamente, no sirve sólo para llamar y enviar mensajes pero, sinceramente, no logro hallar el motivo. Pásame el programa que tienes para desnudar a la gente, si yo te lo paso tú tienes que bajarte este juego que anda que no mola, espera que ahora me habla no sé quien que también está hablando con el otro. Gente totalmente anulada, muerta y enterrada por su fantástica herramienta, que viven por y para teclear y sonreir gilipollísticamente mientras miran la pantalla de su presunto tesoro. Supongo que eso te sucede cuando no tienes otra cosa que hacer y prefieres vivir para tu querido amig@. Voy a permitirme el lujo de recomendaros que os marchéis al planeta de Iphone o al de Blackberry porque sé que allí estaréis mejor, mucho mejor. Y los que no soportamos a toda esta gente tan idiota, más. No sabéis cuanto.

sábado, 12 de febrero de 2011

Enemigo

Eres el único capaz de hacerme tocar el cielo y el único que puede llevarme al infierno. Contigo lloro de pena y de alegria. Me matas y me devuelves la vida. Sólo tu me haces completamente feliz y absolutamente desgraciado. Te odio. Te juro que te odio. Enemigo mio, cuanto más te odio más te necesito.