sábado, 10 de septiembre de 2016

Marcha cicloturista internacional Calella-Calella

"Si tu enemigo es seguro en todos los puntos, debes estar preparado. Si tu resistencia es mayor, elúdelo. Si es temperamental, busca cómo irritarlo. Simula ser débil para que crezca su arrogancia. Si se toma un respiro, no le des descanso. Si sus fuerzas están unidas, divídelas. Atácale cuando no esté listo y aparece donde no te esperan"

El extracto pertenece a "El Arte de la Guerra", escrito por Sun Tzu, un filósofo militar chino nacido hace 2.500 años y cuya obra sirve igual para las estrategias bélicas, amorosas o ciclistas. 
Tal escrito serviría de motivación para cualquier persona ante cualquier afrenta que pudiera terciarse. Para la que se me apareció no usé ni una sola de todas esas palabras. 
Aunque parezca raro, me tomé la carrera con poco ahínco por no decir ninguno. Tal vez cuando tienes más de lo que soñaste se haga difícil encontrar motivaciones nuevas. 
Suponía, a lo sumo, otra salida rutinaria más pero en un lugar inexplorado hasta entonces y con la compañía de un compañero mucho más curtido que yo en las batallas ciclistas. 
Cansado en cuerpo y alma en gran parte por no haber dispuesto ni de una semana de descanso en lo que llevamos de año, me presenté en el día D dispuesto no sé bien para qué. 
Apenas escudriñé el recorrido un par de días antes, visioné los inicios y finales de los puertos que íbamos a recorrer y eché cuatro cálculos mentales para saber lo que podríamos tardar y llegué a la conclusión que hacerlo en tres horas supondría haber completado una buena carrera. 
Finalmente, recopilé todo el material a consciencia y repasé mentalmente prendas de ropa, partes de bicicleta y comida para no dejarme nada. Sé que el orden siempre será fiel mi aliado. 



A priori no parecía un recorrido excesivamente complicado, el desnivel era asumible y la meteorología acompañaba, aunque el calor se haría notar a lo largo de la mañana. 
Me sorprendía con la poca gente que había en la línea de salida, teniendo en cuenta las fechas en las que estamos, ya que es una buena época para la bicicleta. 
Se dio la salida y se salió bastante rápido, en grupo y con el plato grande y el rebufo. Lo normal, vamos. Gastar poco y estar muy atento. 
En pocos kilómetros se empinó la carretera y se empezaron a poner las cosas más en su sitio. Sin haber rampas duras, los corpachones empezaron a recular y los cuerpecitos a avanzar. Dicen que los cuerpos gigantes y temibles se acompañan de cabezas sosegadas y que los esqueletos reducidos, recuerden y repasen la historia, son los que provocan terremotos. 
En un grupo reducido fuimos ascendiendo el primer puerto del día, el cual acabaríamos recorriendo al revés. Mientras descendíamos vi que la dificultad sería menor para volver aunque con más tralla encima. Estábamos todo el rato en la parte delantera del grupo, pedaleando a un buen ritmo y nadie hizo ademán de relevarnos. 
Ser valiente parece una obviedad. Sin embargo, predomina una filosofía del ahorro que ha convertido al ciclismo en una fórmula matemática: pulsaciones, vatios, pedales. La consigna es no gastar fuerzas y ajustarse a un plan, obedecer al reloj y a los números. Y así, demasiadas veces, se ha terminado por anular la esencia de este deporte: que las piernas no paren hasta llegar a casa. 
Íbamos rápido, con una velocidad media cercana a los treinta kilómetros por hora. Las cuentas estaban echadas para una media de veintiocho, así que íbamos por encima del tiempo previsto aunque faltaban dos subidas, pareciendo sobre el papel la siguiente la más dura. 
Y así lo fue aunque no tanto como esperaba. Unos tres o cuatro kilómetros de ascensión precedieron a un descenso vertiginoso hasta retomar el camino de vuelta. Estábamos dentro de tiempo pero tendríamos que apretar los dientes. 
Nos exprimimos en una parte final en la que a falta de piernas pusimos corazón, casi sin cabeza, con muchas narices y con un par de repechos que salvamos con los riñones y las ganas de quienes están cerca de algo y ya les sobra poco. 
Concretamente cinco minutos fueron los que nos sobraron, así que llegamos con antelación suficiente y en la decimoprimera y la decimosegunda posición de setenta participantes. 
Reto concluido, tiempo superado y piernas fatigadas. Eso es el ciclismo. Sin vatios.