lunes, 4 de mayo de 2009

Diario de un manresano ocasional (Capítulo 14)

La señora Irene, o sea, la dueña del hostal, me ha dado una noticia buena y otra mala hace media hora. La buena es que cree que es la última semana que estamos en Manresa porque desde las altas esferas de la empresa, cuando hicieron la reserva para las habitaciones, le dijeron que veníamos para cuatro semanas y ya estamos en esa cuarta semana. La mala es que sólo lo "cree".
Supongo, cuando me dice eso, que la semana que viene tiene reservadas las habitaciones para otra gente, así que no sé donde nos iban a meter o que iban a hacer con nosotros en caso de querer prolongar nuestra estada aquí aunque me lo imagino y prefiero morderme la lengua.
Yo opto pensar que esto no se acaba el viernes porque, de hecho, creo honestamente que no se acaba el viernes. Y, sinceramente, tampoco sé cuando quiero que se acabe. Ahora mismo sólo me planteo vivir el día a día e intentar ser el yo más mío que hace dos meses era.
He comprobado el poder de autodestrucción que puede tener una persona. No se trata de drogas, de beber alcohol o de no comer, así que mi madre puede estar bien tranquila porque no me drogo, tampoco bebo y sabe que como lo que no está escrito. Es una autodestrucción mucho más sutil, más elegante y en la cual, como bien dice la palabra, sólo se destruye el mismo ser. El problema es saber como actuar cuando ese ente ya no puede destruirse más porque ya se ha destruído del todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario