sábado, 31 de octubre de 2009

No sé quien puede enseñarme algo

Entre la despreocupación y la preocupación, me quedo con la preocupación. Entre la utopía y el pragmatismo, me quedo con el pragmatismo. Entre el enfrentamiento estéril y el pacto, pacto. Entre fomentar el odio y buscar el entendimiento, busco el entendimiento. Ya hace un tiempo que dejé la adolescencia atrás. Y lo cierto es que me alegro. Era raro, a veces despreocupado, a veces utopista, soñador, provocador, beligerante... Ahora ya no. Me he cansado de esa crispación sistemática, de aullar a la luna, de hacerme la víctima a todas horas, de esta necesidad de enemigo contra el cual vomitar todas mis infinitas frustraciones. Son actitudes pueriles, infantiloides, adolescentes. Pero soy consciente de que, tal y como están las cosas, mi actitud tiene todas las de perder. El radicalismo crece. El ambiente se enrarece. Los profesores no saben hablar y cometen faltas de ortografía. Los políticos y ex-políticos se encargan de robar y de haber robado para morir con las cuentas corrientes plagadas de puntos y ceros. No sé quien puede enseñarme algo. Todo es un desastre. Sólo hay que querer seguridad, paz y tranquilidad. No coincido con el poeta que dijo que todo está por hacer y todo es posible: es una mentira como un campanario. Muchas cosas ya están hechas, pocas cosas quedan por hacer y hay cosas imposibles. La política no puede ser un juego de niños. Las masas las convoca el diablo. No vale la pena destruir el inestable equilibrio de la convivencia. No hay que fomentar la discordia. Entre la despreocupación y la preocupación, me quedo con la preocupación. Sólo preocupándonos conseguiremos salvarnos.

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