lunes, 5 de octubre de 2009

Amistades peligrosas

No creo mucho en la amistad. Es como el amor: algo mitificado. Los sentimientos, generalmente, enturbian la vida y nos la complican. Por eso, cuando pierdes a un amigo notas una curiosa sensación de ligereza. Estás harto de que los demás esperen cosas de ti. Es muy insoportable esta exigencia ajena. Si no te aceptan tal y como eres, que se vayan a tomar viento. Ellos han perdido tu amistad mientras tú has ganado libertad. Son ellos los que te echan de menos. Si somos serios y lo analizamos a fondo, toda relación humana se basa en el interés. Los que quieren ser amigos tuyos normalmente lo quieren ser para poder decir a los otros que lo son. Hay que desquitarse de esta necesidad tan vergonzosa.
Yo no sé si tengo amigos. Lo que sí sé es que aprecio mucho a mi libertad. Hay gente con quien no te sentarías nunca en una mesa, gente con quien no te tomarías ni un vaso de agua y gente con quien puedes estar horas, días, meses o años hablando y hablando. Es un verdadero misterio.

Contra más grande me hago, más valoro mi tiempo, porque soy consciente de que cada vez me queda menos. No puedo perder el tiempo ni los estribos con personas que no me aportan nada y con quienes no comparto nada.

Prefiero quedarme solo en casa antes que tener que participar en esta deprimente comedia social, sobretodo cuando esta comedia es hipócrita e interesada. Prefiero perder a presuntos amigos antes que tener que soportarlos a desgana y acabar asqueado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario