miércoles, 29 de julio de 2009

La puerta del balcón

Sabes que en verano me cuesta mucho más dormir que en invierno por el maldito calor y que tengo que abrir la ventana de par en par para que pase aire o, en su defecto, encender un ventilador. No sé que hora es pero deben ser las tres o las cuatro de la madrugada. No me hace falta mirar el reloj para aproximarme. Me he vuelto a levantar por tercera noche seguida a cerrar la puerta del balcón porque a esta hora ya no hace tanto calor y se está bastante fresquito. Tú sigues durmiendo, arropada por las sábanas y el edredón, como en pleno invierno. No te escucho ni respirar. Espero no despertarte cuando haya corrido las cortinas para que el sol no nos moleste cuando aparezca dentro de un rato. Salgo al balcón para cerciorarme que las toallas siguen tendidas. Las luces anaranjadas gobiernan las calles y el silencio se entrecorta por culpa de algunos coches que pasan a toda velocidad. Siento el frescor de la madrugada, una dulce ventisca muy agradable. Cierro la puerta y corro las cortinas. Sigues a lo tuyo. El sol no nos despertará mañana. Los dos solos en una isla, igual que hace casi cuatro años, cuando empezó toda esta historia.

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