lunes, 4 de enero de 2010

El lugar del crimen


Los amantes siempre vuelven al lugar del crimen, conchas vacías, olas que se espumean en la arena, surfistas esperando un golpe de viento que llega pero se va, como tú, que hace meses que te fuiste, que te alejaste como lo hacen los veleros que resbalan sobre la línea del horizonte.
Vuelven para llorar, para sentir la vacuïdad del pasado, para esperar que el sol se esconda tras el espigón donde tantas veces se quisieron querer, para rememorar un momento fugaz e impagable, para creer que aún queda el rescalzo de las vivas llamas que otrora crepitaban con fuerza.
El invierno del mar es sumamente tristón. Hay una mentira implacable en cada huella profunda, nada puede durar, ni tan sólo el recuerdo de los días felices cuando sabían que el futuro era imposible. Seguían sabiendo que no hay más allá pero confiaban en lo que sabían que fué.
La tarde es un símbolo indescifrable, una silueta que se pierde al fondo del camino, como tantas historias fallidas, conchas vacías, espuma de días que murieron. No pueden evitarlo. Es algo que les domina, que les dicta, que les atrae. Los amantes siempre vuelven al lugar del crimen.

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