sábado, 26 de diciembre de 2009

Ex-universitario (1)

Hice la selectividad en junio del 2003. La realidad es que no estudié mucho porque sacando la nota mínima entraba en la carrera que yo quería estudiar: ingeniería industrial. Apliqué por primera vez la ley del mínimo esfuerzo y no me siento orgulloso, ni mucho menos. Aprobé, sí, pero no de la manera que yo quise. Para mí el fin nunca justifica los medios. Todo lo que he querido me lo he currado y en ese caso no fue de esa manera. Me hicieron un regalo que nunca merecí.
Al revés que muchos compañeros, para celebrar mi entrada en este nuevo mundo, me pasé todo el verano trabajando... y pensando en la Universidad, en esa presunta nueva vida, en estudiar para tener un futuro mejor, tanto en lo personal como en lo profesional.

A mediados de septiembre empecé la carrera. La Universidad me quedaba lejos de casa, a una media hora en coche. Precisamente en esa época me estaba sacando el carné de conducir, con lo cual tenía que buscarme la vida. El autobús era mi única salida. Teniendo en cuenta que de lunes a viernes empezaba las clases a las 8 de la mañana, tenía que coger un autobús bien temprano. Me levantaba cada mañana a las 6:30, cogía la moto hasta el pueblo de al lado y ahí el autobús a las 7:10. Tardaba unos 40 minutos en llegar y luego tenía 10 minutos más andando a buen ritmo hasta la facultad. Resumiendo, llegaba cada mañana a clase con el tiempo justo y sudando. A las 2 de la tarde acabábamos y tenía que ir corriendo y hacer el mismo recorrido que antes pero a la inversa. Llegaba a casa a eso de las 3, sin hambre y con ganas de meterme en la cama después del trote que me daba diáriamente.

Por suerte para mí y para mi cuerpo, el autobús y los madrugones se acabaron en un par de meses porque conseguí entrar en la residencia de estudiantes que estaba a 5 minutos a pie de la facultad. Gané mucho en comodidad porque lo tenía todo muy cerca. El domingo por la tarde me iba de casa y volvía el viernes al mediodía.
Lo que no se terminó nunca fue el aburrimiento de las clases. No encontré ninguna asignatura que realmente me motivara y/o gustara. Seguía aplicando la ley del mínimo esfuerzo pero los resultados no fueron los esperados. Los exámenes parciales de febrero los pasé de aquella manera, ni fu ni fa, regulín. Los exámenes de junio tampoco fueron mejor y el año se acabó con 3 aprobados y 5 suspensos, 3 de los cuales fueron con un 4. Eso no importó mucho, la verdad.

2 comentarios:

  1. Creo que muchos hemos vivido esa etapa de manera parecida.
    Demasiadas expectativas sin cumplir, pero al fin y al cabo, un papelito que salva a más de un@ de la crisis... :)

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  2. Básicamente es eso: demasiadas expectativas sin cumplir, sobretodo nada más llegar.
    Por suerte, la segunda y la tercera parte de esta etapa universitaria fueron bastante más alegres. Mañana más.

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