
Numerosas personalidades la apoyan a diario en su patriotismo e incluso el Rey Don Juan Carlos se ha ofrecido para mediar e intentar hallar una solución, ya que ella se ha declarado en huelga de hambre y se mantiene con vida a merced de agua y azúcar.
Si obviamos, por un momento, que se trata de lucha por una causa más o menos justa, llegaremos a la conclusión de que todo este pasteleo es harto indignante. Con la cantidad de problemas que llevamos a cuestas, a mi juicio mucho más importantes, como la falta de trabajo, la inmigración o la vivienda, resulta que todo un país (dudo que a Marruecos le importe mucho) está pendiente de esta mujer. Los periódicos, los informativos, las radios y la gente de la calle no hacen más que hablar de esto.
Que actúen los que tienen que hacerlo y que se haga todo lo posible para que esta mujer deje de copar las portadas y las noticias. Me da igual si acepta cualquiera de las tres alternativas que le han dado o si coge un avión y se vuelve a Marruecos o si se hace una casa en medio del desierto del Sáraha o si se muere de hambre. No me importa en absoluto y menos aún cuando, como dije antes, considero que hay muchas más cosas prioritarias a tratar.
En el fondo, cualquier mártir sólo sirve para inspirar a los movimientos. En el aeropuerto de Lanzarote hay otro de ellos.
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