Hacía bastante frío y la niebla aún seguía molestando. La radio puesta y el coche andando despacito. Se acababa la carretera y empezaba un camino más estrecho pero bastante practicable. Estaba acercándome a mi destino y desde lejos vi a gente en las puertas de la fábrica.
Pasé de largo para reconocer un poco el terreno. A mi izquierda un toldo casero hecho con una sábana, una hoguera decayente, unas pancartas casi deshechas, alguna silla medio quebrada y cuatro hombres de pie hablando entre ellos. Al otro lado, en las fachadas de la fábrica, se leían mensajes del tipo "MOROSOS", "EMBUSTEROS", "PÁGANOS".
Aquí se cerró esto y nadie nos dijo nada, de un día para el otro te ves sin tu trabajo, te dan ganas de hacer cualquier cosa, tengo tres hijos de menos de diez años y una mujer que también está en el paro, me voy a quedar aquí hasta que alguien me lo explique, sólo quiero que me paguen lo que me deben, no hay derecho a que te hagan esto.
Les dije que ojalá se solucionara pronto su problema y les deseé mucha suerte.
Los veinte metros de camino hacia el coche se me hicieron eternos.
Los pies me pesaban como el plomo y sólo tenía ganas de huir de ese sitio, de huir de la realidad.
Hacía mucho tiempo que no me sentía tan inútil.
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