
Un ligero viento ha sacudido las brancas más débiles de los árboles. A pesar de eso, las nubes se han hecho más fuertes y hoy han ganado ellas la batalla.
Ya no existe el color naranja, ni pálido ni intenso. Ahora sólo hay una gran mancha que a ratos se quiebra con el vuelo de los pájaros, con la agonía callada de este miércoles que está a punto de expirar.
Puedo verte si cierro los ojos. Puedo desconfiar de todo cuando no quiero confiar en nadie. Ya sabes que las noches nunca tienen prisa.
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