sábado, 22 de mayo de 2010

Comida mejicana

Ya sé que no está bien pero no he podido evitarlo. He estado pendiente de ti y de tu acompañante durante toda la noche. Empezaré diciendo que no pegáis ni con cola. Se le ve mayor que a ti, aburrido, parado y silencioso. A ti se te ve más juvenil, más guapa y con más ganas en todo. Yo también he venido acompañado pero nuestra noche es diferente. Hacemos lo que se tiene que hacer en una cena entre dos: hablar, reir, comer y beber. No me distraigo de mis asuntos y es por eso que he venido aquí, así que no te creas que sólo he venido a fijarme en los demás. Tengo esa ventaja (o inconveniente) de poder hacer y/o pensar varias cosas a la vez. Nosotros nos hemos comido y bebido todo lo que hemos pedido. Me encanta la comida mejicana. Lo hemos pasado realmente bien. Vosotros habéis pedido lo mismo que nosotros pero no habéis probado bocado. Te esfuerzas en hablarle, en sacarle conversación, en hacer más amena y soportable la velada pero no hay manera. Lo intentas tres o cuatro veces, lo que te dura el hambre. Él ni se inmuta. Parece que ha venido solo. Ni te mira ni te sonríe ni discute ni se mueve. Tampoco come nada. Algún sí y algún no. Ni una sola subordinada. No tomáis postre porque tampoco merece la pena alargar está tremenda agonía. Un triste y rápido café cada uno y ya estáis listos. Nosotros tomamos un chupito con tequila, menta y sorbete de limón y nos vamos. Ni se te ocurra pagar a ti después de haber aguantado a ese muermo. Déjame decirte que no has pasado una buena noche. Déjame decirte que así es imposible que seas feliz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario