viernes, 19 de febrero de 2010

Aznar y su peineta

Con este gesto devolvía José María Aznar, ex presidente del Gobierno, los insultos que había recibido de un grupo de universitarios de Oviedo en un acto al que asistió ayer. Es una peineta con más pena que gloria, irrisoria, mal hecha. El dedo pulgar debería sujetar al índice y al anular al mismo tiempo, tal y como se hace una buena peineta. Es como todo: si lo haces, hazlo bien o, directamente, no lo hagas.
Ayer le llamaron asesino, ladrón y fascista y dijo que hay gente que no puede vivir sin él. Los que le insultaron estaban en su derecho (otra cosa son las formas) de hacerlo, igual que Aznar estaba en su derecho de responder de esa manera. Lo comido por lo servido, que dirían algunos.

No debería pasar por alto la sonrisa mezquina con la que acompaña al gesto. Es una mueca de
sobrao, de chulo, cosa que, por otra parte, no debería de extrañar ya que es en lo que se ha convertido con el paso de los años. Los abdominales por encima de la cabeza, el bigote por encima del cerebro, la mentira por encima de la verdad y la guerra por encima de la paz.
Aznar dejó de ser importante hace un tiempo y ahora quiere volver a serlo y no hay mejor manera que ésta: buscando la polémica. No le convence su retiro dorado, ver los toros desde la barrera y estar atrincherado en tierra de nadie. Por todo eso, no hay mejor forma de reaparecer que levantando la mano con el dedo medio por bandera, señalando al cielo, allí donde hay gente que vivía en Irak, allí donde mandó a muchos por su cabezonería, por su miedo, por sus santísimos cojones.

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