viernes, 1 de abril de 2016

Volcat 2016 (2da etapa)

La realidad es que no hubo segunda etapa. Al menos ni en mis piernas ni en mi cabeza. 
Amanecí peor que me acosté y decidí no presentarme en la salida. La rodilla seguía hinchada y me dolía bastante. Además, pasé una mala noche en la que dormí poco a pesar del cansancio del día anterior. Me notaba malestar general y dormí desarropado porque tuve mucho calor. Quizá tuve fiebre pero sin un termómetro eso sólo puede saberlo una madre. 
Lo único positivo es que conseguí arreglar la bicicleta tras la primera etapa. 
Mi racha de infortunios ayudó a que mentalmente no fuera capaz de afrontar lo que se acercaba. No estaba en condiciones físicas y tampoco psicológicas de nada. Saber con antelación que sólo vas a tener que sufrir durante unas pocas horas para obtener algo que llevas esperando tanto tiempo, tampoco fue motivo para empujarme a coger la bicicleta. 
Pensé que había riesgo de empeorar mi salud y guardando reposo al menos podría intentar salir al día siguiente aunque perdiera todas las opciones de acabar la prueba con todos los honores al no finalizar las tres etapas. 
Me costó aceptarlo porque era la primera vez que abandonaba una carrera pero a día de hoy sigo creyendo que fue la mejor opción. Aún no me he arrepentido de la decisión tomada y eso creo que significa algo. 
La conclusión es que del choque de dos fuerzas descomunales como son el cuerpo y la mente, puede brotar una cordillera o puede resultar un cero, una nada abrumadora, un vacío sempiterno. El todo o la nada. La vida no es tan sencilla y el amor casi nunca es para siempre.    


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