sábado, 26 de julio de 2014

III Triatlón Sprint Open Popular de Banyoles

No hace mucho leí que a la vida le ocurre lo mismo que a un buen café: nunca sabe tan bien como huele. Lo pude comprobar esta misma mañana al escuchar el bocinazo de salida y tirarme al agua. Confiaba en hacer una buena natación pero alguien al soltar una de sus piernas para propulsarse me dio con el pie en la cara (pudiera ser también que yo quisiera cabecearlo a él, quien sabe). El caso es que me llevé un golpe que me hizo aturdirme primero, ponerme nervioso después y crecerme al final. Hasta la mitad del recorrido fui incapaz de encadenar diez brazadas seguidas. Me faltaba el aire y no podía acompasar la respiración. Lo pasé realmente mal durante un buen rato. Fue un suplicio que al fin se evaporó cuando logré tranquilizarme y enfilar la segunda mitad del tramo de natación a un ritmo ya más decente, respirando con cadencia y con las pulsaciones más bajas. Lo paradójico del caso es que había entrado al agua de los más rezagados para evitar precisamente llevarme algún recado. Salí de los últimos y siendo sincero, esperaba hacerlo algo mejor aunque no salí cansado, más bien al contrario. Al tocar tierra corrí a por la bicicleta con muchas ganas de resarcirme. 



Cuando me senté en el sillín y calé las zapatillas, todo cambió. Sabía que venía con buenas piernas y me notaba fino desde hacía varias semanas. Era un buen momento para sacar la rabia que tenía dentro y hacerlo lo mejor posible en mi sector favorito y el que mejor se me da. 

Inicialmente decidí ir a mi ritmo, sin aliarme con nadie y es que no me hizo falta ya que empecé a pasar a mucha gente, incluso a los que habían tomado la salida antes que yo. Lo di todo, iba con el cuchillo entre los dientes y muy motivado al ver que estaba recuperando muchos puestos. No en vano, y siempre según la clasificación (allá cada cual con sus creencias), adelanté a unos ochenta corredores en el tramo ciclista. Había logrado, al final, que el sufrimiento sólo fuera esfuerzo y nada más. 



El tramo de carrera a pie lo hice cumpliendo mis perspectivas iniciales. Si no me aparecía ninguna molestia estaba seguro de poder alcanzar el tiempo previsto a pesar de la fatiga y así fue. Podía haber bajado algo el tiempo que hice pero no tuve cuajo para intentarlo por miedo a fundirme a pesar de encontrarme bastante bien. Supongo que la ambición se quedó dormitando en el casco que había dejado un rato antes en los boxes. Otra vez será. 



Algunos dicen que en el deporte sólo son recordados los campeones y los héroes, quienes, por cierto, no siempre coinciden. Otros creen que tienes que ser el primero en algo al menos una vez para que la vida tenga sentido y para que sea cierto eso de que quien la sigue la consigue, que los palos sirven para construir un fuerte. El camino es complicado, extenuante, incierto, agónico a ratos. Justo como nos gusta a los que hacemos deporte. En otros términos: hay que reptar mucho por el infierno y tragar mucha porquería antes de poder sonreír mientras levitas. Y lo que hace que todo esto sea realmente interesante es que lo primero nunca te asegura lo segundo. 



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