Cada cierto tiempo, la vida alumbra a gente portentosa que posee cuerpos
exactos y mentes interesantes. Combinaciones infalibles. Adaptado cada uno a su especialidad, la sensación que dejan es de una superioridad insultante. No
obstante, suele ocurrir que aquellos a los que teníamos por grandes iconos se convierten en prendas con taras, aprendices de novatos, gorditos del recreo. El ciclista que se dopa, el político que roba o el cantante que se droga. Dejan de
ser lo que algún día fueron. Un pasado que no vuelve. Ídolos caídos.
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