domingo, 18 de mayo de 2014

I Marcha Cicloturista Palamós - Costa Brava 2014

Disputar una carrera ciclista es algo que he tenido en mente desde hace varios años y hoy, por fin, se dio la ocasión. Se trataba de una marcha no competitiva en la que se compartía carretera con cualquier vehículo y/o persona y en la que no se contaban los tiempos oficialmente.


El recorrido indicaba 105 quilómetros con 4 ascensiones de distinta dificultad. Me lo conocía al dedillo porque hace un mes que lo recorrí en solitario y lo salvé bastante bien exceptuando un tramo de toboganes de 20 quilómetros del que hablaré más tarde. Entonces tardé 4 horas y 10 minutos en hacerlo.

 
Si la salida de una carrera se da en un sitio que está a cinco minutos caminando desde la puerta de tu casa significa que puedes levantarte y desayunar más tarde y que si te dejas algo, siempre puedes volver a recogerlo. Por lo tanto, me lo tomé todo con más calma que de costumbre. Más aún teniendo en cuenta que mi semana previa no fue del todo bien en cuanto a nivel físico. Estuve muy cansado por la media maratón del domingo anterior y no hubo noche que durmiera más de 6 horas. Además, el día antes anduve con problemas estomacales que me dejaron bastante debilitado. Con este panorama y sin lamentaciones (no se trataba de ganar nada) tenía que hacer algo que estaba esperando hace mucho tiempo.
La verdad es que no esperaba que hubiera tanta gente teniendo en cuenta que coincidían varias marchas y carreras por la zona. El dorsal más alto que llegué a ver era el 297.
Cuando pasaban pocos minutos de las 9 de la mañana se dio la salida. Me costó unos cinco quilómetros engancharme a un grupo que consideré decente para mi ritmo. La primera dificultad del día era un puerto de 4 quilómetros que subí muy rápido. La bajada siguiente también la hice muy rápido. Iba tan rápido, y perdón por reiterarme tanto, que en la primera hora de carrera completé 32 quilómetros. Como se nota la diferencia de ir sólo a ir en grupo...
La segunda ascensión de la jornada consistía en un puerto largo de 16 quilómetros cuya parte realmente destacable son los 7 últimos, en los que hay alguna rampa digna.


Aquí el grupo se disgregó en muchos subgrupos e incluso en unidades de ciclistas que no aguantaban o que, simplemente, se reservaban. Como no conocía a nadie tampoco podía saber que estaban haciendo. Yo me sentía realmente bien pero tenía miedo de estar yendo demasiado rápido y pagar luego el esfuerzo.
Miré el cronómetro y vi que en dos horas habíamos completado ya 60 quilómetros, más de la mitad de los previstos. Sorprendido, sabía que ahora enfilaba el sector que se me atragantó hace un mes.
Hasta el momento había llaneado y subido muy bien y había bajado peor. En otros términos: lo que ganaba subiendo lo perdía bajando y al revés. Aún y así, iba enganchándome a diferentes grupos de 4 o 5 unidades y estaba disfrutando mucho de mi primera carrera.
El tercer puerto que indicaba la organización era una rampa bastante pronunciada de 2 quilómetros y que precedía a una bajada larguísima hasta Tossa de Mar, punto en el que empezaba un tramo de 20 quilómetros de subidas y bajadas constantes, lo que un servidor considera un rompepiernas que te las parte directamente si llevas ya dos horas y media de carrera. Se levantó algo de viento justo al iniciar los toboganes, cosa que podía complicarme aún más la existencia pero que me frenó tanto como me aceleró.  
Psicológicamente estaba animado porque había ido rápido, me encontraba bastante fino y estaba en un grupo de 15 corredores, con lo cual me sentía bastante bien acompañado. Además, visto que subiendo iba bien pero que bajando no, me conciencié para aguantar en grupo esos 20 quilómetros como fuera. No quería quedarme en tierra de nadie en un terreno que me va tan mal. Pensé que no sería ni una hora teniendo en cuenta la velocidad a la que íbamos. Lo estaba haciendo bien y tenía que sufrir un poco más. Si lograba salir en grupo de allí, tendría bastante ganado. De lo contrario, sabía que podía hundirme y que se me haría interminable.
El caso es que lo conseguí, sufrí como hacía tiempo que no sufría en una bicicleta pero logré pasar el peor sector. Los ánimos enérgicos e inesperados de un par de amigos ya casi al final se agradecieron mucho e hicieron que todo fuera más llevadero.
Tras una bajada larga quedaba la última subida del día, según las indicaciones. Casi 2 quilómetros que se hicieron eternos teniendo en cuenta el ajetreo de piernas que llevábamos. Siguió otro descenso rápido, más llanos y alguna rampa que picaba pero ya estaba todo hecho. Supongo que todos los allí presentes se habían ganado la medalla que nos daban al llegar.  



Pasé el arco azul y el cronómetro de mi bicicleta marcaba que había completado 107 quilómetros en tres horas y media, yendo a una velocidad media de 30 quilómetros por hora. Hace un mes tardé 40 minutos más.


¿A qué se debe la diferencia de tiempo entre hace un mes y hoy? Correr en grupo mejora las prestaciones individuales, sin duda. Y también está el trabajo y el entreno: darle a las piernas, a los brazos y a la cabeza. Y querer sufrir y saber sufrir. Y no creerse nada.



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