La cabeza me pesa toneladas. El cerebro es como una esponja exprimida. Todo eso me pasa cuando me equivoco.
Suelo errar muy a menudo, es la verdad. Lo mejor de todo es que nunca me quito el muerto de encima y asumo las responsabilidades al cien por cien, pase lo que pase.
Estoy nervioso e incómodo. Soy consciente de que voy a fallar, de que voy a acabar por arrepentirme de aquello que vaya decir o a hacer. Sin embargo, lo hago.
Me pierdo en la autocrítica. Me encanta analizarme, pensar que mis ideas y mis fines son los mejores posibles en todas las ocasiones y ahondar en los hechos para estudiar mis posteriores errores.
No me escondo ni me enorgullezco de nada, simplemente doy la cara, bien para que me la partan o bien para que me la besen, pero la pongo con todas las consecuencias.
No sé que me toca ahora. No recuerdo en que parte estoy. Párteme la cara o bésamela. Que pase el siguiente.
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