"Si tu enemigo es seguro en todos los
puntos, debes estar preparado. Si tu resistencia es mayor, elúdelo. Si es
temperamental, busca cómo irritarlo. Simula ser débil para que crezca su
arrogancia. Si se toma un respiro, no le des descanso. Si sus fuerzas están
unidas, divídelas. Atácale cuando no esté listo y aparece donde no te
esperan"
El extracto pertenece a "El Arte de la Guerra ", escrito por
Sun Tzu, un filósofo militar chino nacido hace 2.500 años y cuya obra sirve
igual para las estrategias bélicas, amorosas o ciclistas.
Tal escrito serviría de motivación para
cualquier persona ante cualquier afrenta que pudiera terciarse. Para la que se
me apareció no usé ni una sola de todas esas palabras.
Aunque parezca raro, me tomé la carrera con
poco ahínco por no decir ninguno. Tal vez cuando tienes más de lo que soñaste
se haga difícil encontrar motivaciones nuevas.
Suponía, a lo sumo, otra salida rutinaria más
pero en un lugar inexplorado hasta entonces y con la compañía de un compañero
mucho más curtido que yo en las batallas ciclistas.
Cansado en cuerpo y alma en gran parte por no
haber dispuesto ni de una semana de descanso en lo que llevamos de año, me
presenté en el día D dispuesto no sé bien para qué.
Apenas escudriñé el recorrido un par de días
antes, visioné los inicios y finales de los puertos que íbamos a recorrer y
eché cuatro cálculos mentales para saber lo que podríamos tardar y llegué a la
conclusión que hacerlo en tres horas supondría haber completado una buena
carrera.
Finalmente, recopilé todo el material a
consciencia y repasé mentalmente prendas de ropa, partes de bicicleta y comida
para no dejarme nada. Sé que el orden siempre será fiel mi aliado.
A priori no parecía un
recorrido excesivamente complicado, el desnivel era asumible y la meteorología
acompañaba, aunque el calor se haría notar a lo largo de la mañana.
Me sorprendía con la
poca gente que había en la línea de salida, teniendo en cuenta las fechas en
las que estamos, ya que es una buena época para la bicicleta.
Se dio la salida y se
salió bastante rápido, en grupo y con el plato grande y el rebufo. Lo normal,
vamos. Gastar poco y estar muy atento.
En pocos kilómetros se
empinó la carretera y se empezaron a poner las cosas más en su sitio. Sin haber
rampas duras, los corpachones empezaron a recular y los cuerpecitos a avanzar.
Dicen que los cuerpos gigantes y temibles se acompañan de cabezas sosegadas y
que los esqueletos reducidos, recuerden y repasen la historia, son los que
provocan terremotos.
En un grupo reducido
fuimos ascendiendo el primer puerto del día, el cual acabaríamos recorriendo al
revés. Mientras descendíamos vi que la dificultad sería menor para volver
aunque con más tralla encima. Estábamos todo el rato en la parte delantera del
grupo, pedaleando a un buen ritmo y nadie hizo ademán de relevarnos.
Ser valiente parece una
obviedad. Sin embargo, predomina una filosofía del ahorro que ha convertido al
ciclismo en una fórmula matemática: pulsaciones, vatios, pedales. La consigna
es no gastar fuerzas y ajustarse a un plan, obedecer al reloj y a los números.
Y así, demasiadas veces, se ha terminado por anular la esencia de este deporte:
que las piernas no paren hasta llegar a casa.
Íbamos rápido, con una
velocidad media cercana a los treinta kilómetros por hora. Las cuentas estaban
echadas para una media de veintiocho, así que íbamos por encima del tiempo
previsto aunque faltaban dos subidas, pareciendo sobre el papel la siguiente la
más dura.
Y así lo fue aunque no
tanto como esperaba. Unos tres o cuatro kilómetros de ascensión precedieron a
un descenso vertiginoso hasta retomar el camino de vuelta. Estábamos dentro de
tiempo pero tendríamos que apretar los dientes.
Nos exprimimos en una
parte final en la que a falta de piernas pusimos corazón, casi sin cabeza, con
muchas narices y con un par de repechos que salvamos con los riñones y las
ganas de quienes están cerca de algo y ya les sobra poco.
Concretamente cinco
minutos fueron los que nos sobraron, así que llegamos con antelación suficiente
y en la decimoprimera y la decimosegunda posición de setenta
participantes.
Reto concluido, tiempo
superado y piernas fatigadas. Eso es el ciclismo. Sin vatios.
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