lunes, 12 de agosto de 2013

Crónica de un triatleta debutante

Natación
A las siete y media de la tarde del pasado sábado se dio la salida. Mi idea era sobrevivir y salir lo más entero posible del agua. Lo cierto es que nunca había nadado en grupo y la sensación es más que agobiante. Mucha gente junta (éramos trescientas personas en nuestra serie) que busca lo mismo que tú en una pequeña superficie. Se tenía que rodear un circuito de cuatro boyas y con una distancia total de setecientos cincuenta metros. Viendo el circuito desde fuera parecía el triple. O más. Como base había un caldo verdoso que consistía en agua salada y porquería de los barcos. Como acompañamiento hubo patadas, puñetazos, codazos y todo lo relacionado con los golpes.
Probablemente por mi inexperiencia y mi carencia de fundamentos acuáticos, me dieron mucho y repartí poco por no decir nada. No era mi guerra y necesitaba salir ileso. Ahora un poco de braza, ahora otro rato de espaldas y ahora más crol. Al llegar a la mitad del recorrido, me empiezan a pasar gorros rosas (chicas) y plateados (relevos), que salían cinco minutos más tarde. Sigo alternando estilos imperfectos y hacia el final del recorrido empiezo a notarme flato, cuya aparición es probable que sea debido a haber tragado bastante agua, cosa que también esperaba. De vez en cuando miro hacia atrás y veo que hay más gente detrás mío, lo cual indica que los hay peores que yo.
El tramo de la última boya hasta la escalera de salida se me hace interminable. El flato me molesta mucho pero al menos consigo tocar tierra.

T1 (natación - ciclismo)
Como ya esperaba, salgo aturdido y desorientado del agua. Tengo que recorrer unos trescientos cincuenta metros al trote para entrar en la zona de boxes y equiparme para salir con la bicicleta. Se me hacen muy largos. Cuando estoy a punto de llegar, veo a Juanjo y me animo. Él nada realmente bien y si estoy tan cerca de él quiere decir dos cosas: o que él lo ha hecho mal o que yo lo he hecho muy bien. Veo la bici de Pascual colgada en su sitio: va por detrás. Le digo a Juanjo que intentaré cogerle, me cambio en menos de medio minuto y arranco a correr con la bici al lado. Veo que Pascual está llegando justo por detrás. Los tres estamos en un puño y pienso que sería bonito pasar los tres juntos por la meta. De camino al sector ciclista veo como descalifican a un chico porque llevaba el casco desabrochado.
Ciclismo
Necesito hacerlo lo mejor posible en el sector que mejor se me da aunque tras el esfuerzo de la natación me costará más que de costumbre. No veo a Juanjo pero pronto formamos un grupo de tres chicas y tres chicos. Vamos a una buena velocidad y a pesar de que creo que podría ir más rápido por mi cuenta, decido quedarme. El viento nos sopla en contra en el primer tramo y a favor en el segundo. El flato no se me quita y me sigue molestando. En mi particular lucha, me da tiempo a ver a dos ciclistas accidentados, uno de los cuales no puede continuar. Me como media barrita de fruta y bebo todo lo que creo durante los veinte quilómetros que dura el sector.
A mediados de la segunda vuelta me pasa un triatleta a una buena velocidad y decido salir tras su rueda. Me engancho y lo sigo durante un par de quilómetros, distancia suficiente como para ver que ahí no estaba mi carrera. Me estaba desgastando tontamente y, para colmo, empezaba a dolerme un poco el pecho y me costaba coger mucho aire. Vuelvo a cruzarme con Juanjo, que va delante, y con Pascual, que va detrás.
El sector se me hace corto pero he adelantado a mucha gente, más de la que imaginaba.
Me ha salido una velocidad media de más de treinta y cinco quilómetros por hora y eso indica que lo he hecho bien.

T2 (ciclismo - carrera a pie)
Me bajo en marcha y corro hacia los boxes. He cogido el manillar mal y el cuentaquilómetros se me queda en la mano. Veo que son las ocho y media, dejo la bicicleta, giro el dorsal, me cambio las zapatillas y me intercambio el casco por la gorra. Esta transición la hago más rápido que la anterior y aunque el flato ha desaparecido, noto que no puedo respirar bien. Arranco un gel que tenía pegado en el cuadro con cinta aislante y voy disparado hacia la última parte. Sé que lo pasaré mal porque el dolor no se va. Mentalmente tiro de matemáticas de primaria: he tardado una hora en hacer lo anterior y me queda una hora para correr cinco quilómetros.
Carrera a pie
Nada más salir me tomo el gel y enseguida veo que no voy fino. Tengo las piernas cansadas pero eso no es lo que más me preocupa porque esa sensación la he tenido otras veces. El problema es que no soy capaz de respirar con ninguna cadencia y el pecho me duele mucho. Paso por debajo de unas duchas para refrescarme. Quedan cinco quilómetros que hoy se me van a hacer eternos.
Debo ir a una velocidad de unos once quilómetros por hora, suficiente para un corredor del montón como yo y para llegar medianamente bien a la meta. En el avituallamiento cojo una botella de agua y me bebo un par de sorbos. El resto al suelo. Me cruzo con Juanjo, que sigue delante y con Pascual, que aún va por detrás. Empiezo a darle vueltas a la cabeza sobre cual será la causa de esta molestia. Malas posturas nadando, nervios, ansiedad, mala alimentación, hidratación insuficiente... El caso es que no estoy nada a gusto y el dolor ya se me hace insoportable. Decido alternar la carrera a pie y caminar rápido porque el dolor me va a más. Así, cuando el dolor aumentaba, empezaba a caminar. Cuando se iba, empezaba a correr al trote y así hasta que volviera a ser insoportable. Me adelanta mucha gente, como es normal, pero no me importa lo más mínimo. Veo a una chica que lo está pasando aún peor que yo e intento decirle que siga y acabe, aunque sea andando. No me responde y seguramente es porque no pueda, ya que su cara habla más que su boca. Al acabar la vi en el boxes recogiendo su material y la felicité.   
Algunos corredores me animan pero, sintiéndolo mucho, no soy capaz de ni de esbozar una sonrisa. El estómago también hace de las suyas y supongo que es por la mezcla que ya llevo encima (barrita, gel, agua dulce, agua salada...) y que no he sabido controlar. Le pregunto a un policía por la hora. Me dice que son las nueve de la noche, así que tengo media hora para acabar y ya he hecho más de la mitad de lo que tenía que hacer.
Pensé varias veces en abandonar pero hubiera sido injusto, ya que mi único objetivo era precisamente acabar y para eso había estado entrenando durante mucho tiempo. Además, en ese ambiente y con tanta gente animándote, tirar la toalla es más difícil.
Llego a meta tras una hora y treinta y tres minutos. Estoy exhausto. Juanjo ha llegado seis minutos antes que yo y Pascual, que me adelantó corriendo, cuatro. Apenas puedo hablar y sólo quiero beber porque he sudado muchísimo y sé que estoy deshidratado. Le doy un beso y las gracias a mi novia, que lleva soportándome y animándome en todo lo que se me ocurre desde hace ocho años, y escribo sin muchas fuerzas un Whatsapp en el grupo de amigos para que sepan que ya he llegado. Llamo a mi madre para decirle que lo he conseguido. Me dice que estoy loco y que algún día voy a darle un disgusto. Yo le respondo que iré a cenar mañana.

Apéndice
Los últimos cuatrocientos metros los hago lo mejor que puedo y ya forman parte de mi pequeña historia personal. Mientras corro extenuado y errante, me acuerdo de la primera bicicleta de dos ruedas que me compraron mis padres en una tienda que ahora es una ferretería, de los madrugones a las siete de la mañana para ir a la playa a nadar sólo a pesar de saber que no iba a aprender absolutamente nada y también pienso en que me dirían mis viejos y mi hermano si estuvieran ahora aquí. En fin, la vida.

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